
Según un estudio realizado con la empresa encuestadora independiente Selvitys, 9 de cada 10 personas afirman tener un proceso interno para combatir el fraude. Pero, ¿qué pasa con el fraude empresarial interno? El robo de activos, la falsificación de datos financieros, el abuso de poder o incluso la malversación de fondos: las formas de fraude interno son variadas y pueden tener graves repercusiones. Ante estos riesgos, el control interno suele ser una solución clave. Pero, ¿está realmente probada su eficacia en la lucha contra el fraude?
El control interno es un conjunto de procesos, políticas y prácticas destinados a garantizar el correcto funcionamiento de una empresa. Se basa en tres goles principales:
Concretamente, el control interno consiste en establecer mecanismos de supervisión, validación y evaluación continua de las actividades para reducir los riesgos de fraude. Por ejemplo, el control interno puede incluir:
Para obtener más información sobre los 5 pasos para una auditoría interna exitosa: El control interno en las empresas o cómo combatir el fraude
Por otro lado, siguen produciéndose algunos fraudes a pesar de los mecanismos de control interno bien establecidos. ¡Esto plantea dudas sobre los límites de estos mecanismos!
Una de las principales causas de fraude documental es La existencia de oportunidades.
Los estafadores aprovechar las lagunas en los procesos internos. ¿Qué entendemos por culpa? Se trata de una supervisión insuficiente o de permisos demasiado amplios. El control interno desempeña un papel en este sentido un papel disuasorio al reducir estas oportunidades.
Por ejemplo, una empresa que establece un proceso de validación riguroso para cada pago limita las posibilidades de que un empleado malverse fondos. Del mismo modo, una mayor vigilancia del acceso a los datos confidenciales reduce los riesgos de falsificación o robo de información.
A pesar de las mejores prácticas de prevención, algunas estafas se las arreglan para ocurrir. En estos casos, el la capacidad de detectar rápidamente una anomalía es crucial para limitar el daño.
Control interno, gracias a auditorías periódicas y sistemas de informes automatizados, permite identificar las irregularidades antes de que se salgan de control.
Tomemos el ejemplo de una empresa que monitorea las diferencias entre los presupuestos previstos y los gastos reales. Un análisis exhaustivo de las variaciones significativas puede revelar intentos de fraude, como facturas ficticias o pagos no autorizados.
Un control interno efectivo también ayuda a promover una cultura de integridad dentro de la empresa. La existencia de políticas claras Y de un código de ética demuestra que la empresa se toma en serio la lucha contra el comportamiento deshonesto.
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Los empleados malintencionados pueden eludir los sistemas de control interno. En general, estas personas ocupan puestos de responsabilidad y conocen las fallas de los procesos.
Fraude interno por lo tanto, puede pasar desapercibido durante meses, incluso años, si los mecanismos de control no se adaptan.
Por ejemplo, el fraude de Jerome Kerviel, antiguo comerciante de la Société Générale, se ocultó mediante manipulaciones contables. Estas diversas transacciones provocaron una pérdida de 4.900 millones de euros en 2008, uno de los mayores fraudes de la historia bancaria.
La configuración y el mantenimiento de un sistema de control interno pueden ser costosa. Implican inversiones en software especializado, capacitación de empleados y, a veces, la contratación de personal adicional dedicado al control.
Para las pequeñas empresas, estos costos pueden ser un lastre, aunque siguen siendo esenciales.
Para maximizar la eficacia del control interno en la lucha contra el fraude, es esencial ir más allá de las medidas estandarizadas. Estas son algunas estrategias complementarias:
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